Brasil es el sueño dorado de un viajero. Un costoso vuelo transatlántico es lo único que separa a los turistas de las fabulosas playas, los bosques tropicales, cuya conservación preocupa a todos los ecologistas del mundo, el brillante Río. Sin embargo, pocos invitados imaginan la verdadera escala de este país, y no estamos hablando del tamaño del territorio, sino de la cantidad de caras y perspectivas de conocerlo.
Río de Janeiro es más que una antigua capital. Este es un país en miniatura, fotografías vívidas con brillo y contraste al máximo. Desde la estatua del Cristo Redentor y el Monte Pan di Asucar (Pan de Azúcar) hasta el legendario estadio Mario Filho y el ardiente Sambódromo, está lleno de emociones. Las emociones son los verdaderos maestros de Río. Vale la pena recordarlo tanto en medio de un carnaval tradicional como en favelas no turísticas, donde es mejor no pasar sin un guía local.
Para los amantes de la naturaleza, sin embargo, esta jungla urbana no puede igualar la belleza prístina de la jungla, un bosque ecuatorial en el Amazonas. Es el hogar de un número récord de especies de animales y plantas, muchas de las cuales aún son desconocidas para la ciencia. El Parque Nacional Jau, el más grande de América del Sur, está cerrado al público. Sin embargo, si tiene suerte, podrá ver jaguares, delfines rosados de río y manatíes en el Parque Amazonas. Además, los turistas son atraídos por el Parque Iguazú en la frontera con Argentina. Aquí, además de las impresionantes cascadas de cascadas, puedes conocer animales raros y visitar bosques completamente diferentes en un área pequeña.
Es un error pensar que no hay ciudades interesantes en el país del carnaval, excepto Río. Por ejemplo, Salvador, que también ha sido la capital durante más de doscientos años, cuenta con una pintoresca arquitectura colonial, museos curiosos y festivales vibrantes. Lo mismo puede decirse de Recife, que ha conservado perfectamente su aspecto auténtico. Manaos está llena de contrastes, con palafitos indios y exuberantes edificios adornados con las cerámicas nacionales de azulejos azules. Y, por supuesto, no se puede ignorar la capital moderna en todos los aspectos: Brasilia, la «ciudad de los aviones».